sábado, 31 de mayo de 2008

 

EL PICUDO ROJO Y GUALDA


¡Franco!, ¡Franco!, ¡Franco!
Quieren resucitar al muerto; que digo compadre, al perro. Añorar las formas “democráticas” del Generalísimo que tanta sangre derramó entre hermanos es, cuanto menos, patético. ¡Que, muerto el perro, no murió con el la rabia! Sobrevive en algunos personajes, personajillos, personajetes, que se llaman demócratas. Hoy se llenan la boca con esta palabreja “democraZia” que callaron durante la Dictadura fascista. Pregúntenle, si no, a Ángel Gimerá Gil. Esa palabra costó sangre, sudor y lágrimas a muchos, para estar haciendo el payaso con declaraciones de españolidad de Canarias. De revistas viejas podemos sacar manifestaciones en la “provincia española” del Sáhara, defendiendo esta misma españolidad de aquel pueblo. Hagan memoria. Y ahora recuerden que aquella provincia española pretende ser “marroquí” con el consentimiento cómplice del PSOE. Sigamos con el NODO, “arrepollínense” en su sofá y verán tras el himno nacional otras manifestaciones más grotescas si cabe, en Guinea, vociferando la españolidad de aquel país africano, haciendo volar al viento la bandera roja y gualda del aguilucho negro y genocida.
No nos engañan aunque hayan guardado en el ropero, entre bolitas de naftalina, la camisa azul y el cangrejo. Algunos, y no digo con ello que el abogado Ángel Gimerá sea de esos, tienen un buen pedigrí. Cuando lo del 23-f, para los olvidadizos, lo de Tejero, el Tejerazo, Tijeretazo si llega a prosperar del todo, se presentaron “patriotas españoles”, pistola de somatén al ristre en algunas comandancias de la guardia civil para repetir la hazaña, reemprender la caza de rojos e independentistas. Si hubiera prosperado me temo que el que escribe estas humildes líneas estaría criando malvas.
Ahora, esos demócratas de toda la vida, se llenan la boca con palabras: “democracia”, “demócratas”, “libertad” y la que les hace brillar las pupilas, llevar la mano al corazón: “Españolidad”. Alguno de estos levantan el brazo, como cuando la OJE antes de empezar las clases cantando:

“Cara al sol con la camisa nueva
que tú bordaste en rojo ayer,
me hallará la muerte si me lleva
y no te vuelvo a ver.
Formaré junto a mis compañeros
que hacen guardia sobre los luceros,
impasible el ademán,y están presentes en nuestro afán.
Si te dicen que caí,
me fui al puesto que tengo allí.
Volverán banderas victoriosas
al paso alegre de la paz
y traerán prendidas cinco rosas:las flechas de mi haz.
Volverá a reír la primavera,
que por cielo, tierra y mar se espera.
Arriba escuadras a vencer
que en España empieza a amanecer
El himnito lo mamamos en las escuelas del franquismo que, esos demócratas españoleros, ahora añoran. Levantan la voz en nuestras calles, plazas y en los ayuntamientos, cuando estos términos los pueden utilizar para sus intereses. Señores demócratas de toda una vida no piensen que nos engañan. Ustedes que fueron y son fachas de toda la vida quedan por su obras con el culo al aire. Les quita las máscara y no precisamente del carnaval su proceder fascistoide. Perdón por lo de “culo”, pero es un decir del pueblo: Hoy, cuando chocan con la opinión de los que legítima, pacífica y democráticamente defendemos el derecho a la soberanía del pueblo canario, se indignan y hacen el “ridícalo” –como irónico diría mi amigo Juanito. Si acudimos al nada izquierdoso diccionario “Océano” y buscamos la palabra “autodeterminación” podemos leer: “Libre decisión de los pobladores de un territorio acerca de su futuro estatuto político” y si la miramos en el diccionario de la editorial catalana Ramón Sopena: “facultad dada a los pueblos de decidir ellos mismos sobre sus propios destinos políticos”. Me pregunto si este derecho universal le está vetado al pueblo canario que hace cinco siglos fue colonizado por otros pueblos europeos.
Cuando oigo sus proclamas, los veo con fervor patriótico en la Plaza de Oriente gritando, desaforados, a los cuatro vientos: ¡Franco!, ¡Franco!, ¡Franco! Les hace revivir cuando visten la camisa azul con el cangrejo “encarnado”, pues la palabra rojo estaba prohibida por el sistema. Pienso en Pepito el Facha, gritando, bandera en mano: “Franco, resucita mas que sea de corneta”
Es una lastima que los españoles, en el Ayuntamiento de Santa Cruz se hayan empeñado en sacar, por los patrios cojones del toro negro de Osborne, una moción facha e inútil sobre la españolidad de Canarias.
Aún siendo consciente de que el PSOE se está escorando al más rancio nacionalismo español, el de peor rostro, y ese sí que es un “nacionalismo” peligroso, que mucha sangre ha derramado a lo largo de la historia. Algunos amigos del PSOE me dicen que son “federalistas”, al menos eso figura en sus estatutos, pero también se califican de “republicanos” y… leche de cacharro. Me temo que si no les hacen falta los nacionalistas para gobernar el Estado, leña con ellos hasta que griten: ¡España, España, una unidad en lo universal!
Quiero creer que la salida de las concejalas y concejales del pleno del Ayuntamiento propuesto por el ex falangista Ángel Guimerá Gil no fue casual. Tenía como cuates de mariachi a los del encefalograma plano, al también Ángel Llanos, “Plano” dicen algunos de mala leche y rodeado de la derechona cavernaria.
Pero es que Miguel Zerolo, ahora soberanista, tampoco se libra de los epítetos a dirigir a la derecha cavernícola mientras no borre de un plumazo tanto nombre de genocidas en sus calles, pongo algunos, tan sólo como muestras: La Rambla del Generalísimo Franco, Queipo de Llanos –que nada tiene que ver con Ángel Llanos que es un, según él, “pibe de Ofra” -, la Plaza de Weyler… y tantos otros que convierten a la ciudad de Santa Cruz en el peor exponente de una ciudad, auténticamente democrática. Tomen ejemplo de otros países. Nadie osaría poner a una humilde callejuela el nombre del Hitler, por ejemplo.

viernes, 23 de mayo de 2008

 

"DILE AL JUEZ ¡QUE TE COMA EL...”





Reían sin parar a la puerta de la sala de vistas. Los abogados carcajeaban sin poder contener las contracciones del cachondeo que les apresaba. Ante entretenido jolgorio les pregunté por qué estaban tan divertidos. Les impedía explicarme lo sucedido el simple hecho de recordar lo que acaba de suceder en la vista del juicio. La joven abogada, de ojos bellos e incendiada melena roja, sonriendo me miró. Recompuso su diminuta figura y cogiendo resuello me resumió lo que acababan de vivir:
-Es que no tiene desperdicio lo sucedido en un juicio donde yo defendía a esposa que presuntamente agredida por su marido y Antonio al macho agresor; nos toco el asunto por el turno de oficio.
Con mirada pícara, llevándose las uñas a la cara ejemplificaba y volvió una carcajada explosiva en Antonio el abogado contrincante. Desmadejado, llevándose las manos a la barriga, desgarró el aire con tremenda carcajada. Dejó la hermosa abogada unos hoyitos pícaros en sus mejillas rosadas y retomó su relato que auguraba ser entretenido:
-¡Mira, compañero¡ -exclamo la joven abogada- el juez, autoritario dispuso a la pareja de pie, uno al lado del otro: el marido, menudo y derrengado, custodiado por dos policías nacionales. Esposado en el banquillo de los acusados miraba al suelo con profunda tristeza; ella, mi defendida, corpulenta, con ganas de explicarse, se ubicó al extremo opuesto del primer banco. Aguantaba el turno de palabra llorosa, con esa postura dolorida de damisela acosada y puteada por un marido abusador. En su mano derecha apretaba, como si quisiera sacarle el jugo, un kleenex cargado de lágrimas y mocos licuados. Su marido llevaba el rostro en sangre viva, marcado, “rajuñado”, -como dijo al juez a la primera pregunta-. Negó categóricamente la acusación y apesadumbrado respondió -a las preguntas del juez- que jamás osó levantar la mano contra su esposa y tímido puntualizó que el agredido era él y que quien le acusaba “tenía la mano muy ligera”. -Concluyó avergonzado y compungido- que, como podía verse en su cara, su mujer le clavó las uñas intentando sacarle los ojos. Trajo la frase, “a esa pelandusca te juro por tus hijos que no la miras más en tu puñetera vida”.
Todos le mirábamos entre conjeturas y sinceramente creo que aquel personajillo con cara de pobre infeliz, nos convenció.
El juez, sorprendido por las manifestaciones de aquel individuo, desde luego nada habituales en su juzgado de violencia doméstica, preguntó:
-¿Qué me dice Señor?, le advierto que esta bajo juramento.
El acusado con un suspiro atemorizado exclamó:
-¡Dios del santísimo sacramento de Jesús…!
Después, ante la mirada expectante del juez, de los abogados y de los policías nacionales, se recompuso los pantalones sobre unas esmirriadas caderas y explicó porqué llevaba ensangrentados los cachetes. Contestó, no sin cierta vergüenza, que la causante fue su mujer nada más abrir la puerta de su casa. Se le tiró como una gata en celo y le propino una auténtica tollina. Concluyó, agachando la cabeza con una protesta/suplica/exclamación que hizo en voz baja:
- ¡Es que mi mujer, Señor Juez, tiene la mano muy ligera¡
Sorprendido por la respuesta del presunto acosador paso al interrogatorio de la que decía ser maltratada:
¡Señora, estos es un juzgado de violencia domestica! ¿Acaso su marido le pega?
Aquella mujer miró desafiante a su marido y, ajustándose la falda sobre sus corpulentos muslos respondió de rehilete:
-…¡Y que se atreva ese pobre infeliz que le rajo como a el cochino de mierda que es!
El juez, ahondando sobre el tema, continuó con su interrogatorio:
-¿Entonce es cierto Señora lo que dice su marido sobre las marcas que lleva en el rostro? :
No pudiendo la mujer contenerse, metió el kleenex en el bolso, y respondió:
-Y no le saqué los ojos al muy cabrón porque cobarde se echó a correr. Señor Juez que a mi no me pone los cuernos nadie, ni este comemierda con el que cometí el error de casarme. Tenia razón mi madre, que dios la tenga en la gloria, cuando me decía que era un putañero y un mujeriego.
Continuó el juez ahondando en sus averiguaciones:
-¿Entonces, señora mía, me quiere usted decir el motivo por el cual llamó al teléfono de las agredidas denunció a su marido por agresión?
Sin encomendarse a dios o al diablo respondió:
-Pues me lo dijo la abogada… así podría quedarme con la casa. Para que la viva con esta putona la vivo yo con mis hijos.
El Juez indignado, de inmediato, le advierte:
-Verá usted Señora, me veo en la tesitura de condenarla por la agresión que ha recibido su marido. Le impongo tres semanas de arresto y…
En eso, recompuesto el esposado marido, intervino:
-¿Dile ahora al Señor Juez que te coma el conejo?
El Juez al verse señalado con semejante consejo, indignado, ante el jolgorio general creado, dio un puñetazo sobre la mesa exclamó:
-Que condene a su mujer por intentar sacarle los ojos no le permite que sea vasto. Le advierto que se ha pasado con el comentario y, curioso por la afirmación, le preguntó:
¿A qué diablos viene ese, ordinario y grosero consejo para su mujer?
-Pues es sencillo, Señoría, es que mi mujer me dijo cuando la amenacé con denunciarla ante el Juez, que el juez le comería el conejo.


jueves, 8 de mayo de 2008

 

PAÍS DE ADOQUINES




LA CONSTRUCCIÓN ES LA LOBA DE UBRES REPLETAS QUE ALIMENTA A LOS HIJOS DE LAS HESPÉRIDES.



Oía el otro día en una entrevista bienpagá a un elemento peligroso para canarias y su medio. Mientras oía intenté desatascarme las orejas; creí estar ante una película de risa en la que el buitre de garras afiladas, arengaba, adiestraba a sus huestes a sueldo:
-Todos, absolutamente todo el bienestar de nuestras islas depende del –jodido- cemento.
Cuando profundizaba, con un discurso dicharachero, ante un rutilante entrevistador, pensé que soñaba, pero por desgracia de eso nada monada. Me restregué los ojos y volví la mirada al televisor. Era un catedrático del ladrillo que cuestionaba la inteligencia de miles de canaritos de a pie, que mal se ganan el potaje cotidiano trabajando de sol a sol. Cavilé que nadie en su sano juicio daría razón a sus mentecateces. Me equivocaba, al menos el entrevistador le daba la razón con satisfecha sonrisa de adulón. Y aquel locutor no era bobo de moco vela. Pensé para mí, como gusta decir el voceador: ¡Ande yo caliente al hincar el diente y ríase la gente!
Pontificar que la construcción es el único bien de las islas es una mentecatez, pero si observamos los andares de la perrita y rebuscamos en nuestra memoria, remembraremos sus tropelías sobre las costillas de nuestro Archipiélago. Nada más que con raspar en nuestra cabeza hallaremos sus abusos y atropellos con nuestro damnificado y sufrido pueblo canario. Billetes y billetes en sus bolsillos con la desmesurada construcción. En algo tenía razón: su cerebro de hormigón ha fraguado una fortuna con la edificación.
¡Construir, construir malditos! ¡Ladinos, bobos y beatas de diaria comunión, que papá dios ha llegado con sus ideas de salvación!
País de adoquines, piche, cemento, revuelto con picón, rofe y arena de playa. ¡Viva la construcción!
País de apartamentos, adosados, mamotretos, campos de golf, viva el gangocheo facilón.
¡País de Espabilados¡ ¡Desalmados del trinque ¡Sanguijuelas del medio ambiente! ¡Viva el vacilón¡
La mordida como método ¡La campaña electoral bienpagá! ¡El politiqueo de influencias! ¡Viva el vacilón!
¡Desvergonzados! Pendencieros del ladrillo ¡¡Viva el enriquecimiento Express! ¡Viva el billete al bolsillo ¡ ¡Viva su bienaventurada cara dura¡¡Vivan sus indecentes discursos para analfabetos y apesebrados! ¡Qué bonito!, ¡qué carita para un bofetón!, cuando pregonan:
-Si descuartizamos nuestras riquezas naturales, lo concebimos porque somos buenos, hermanitas de la caridad, nos afanamos sin descanso para enriquecer a nuestro, ¡qué carajo digo! “su” pueblo, ¡Viva el pelotazo de la construcción!
Santa Cruz de Tenerife y sus costas proyectadas con cerebro de hormigón, Mogán, Arona, Adeje, Candelaria, Telde… ¡Viva el negocio compadre, mi cuate…! Que las malas mañas las aprendí en la Venezuela de la mordida y el negocio ramplón. ¡Teresita!, ¡Teresitas!, que lo que las Teresitas a políticos corruptos procura, ni dios se los debe quitar. Teresitas, las Teresitas de arena rubia del Sahara. Cantan, los embobados con tanto carnaval, con un estribillo vacilón:
-“Qué buen gesto público que de sopetón me convierte en millonario y el alcalde en parrandas y rosarios. Con dinero del pueblo desgraciado tengo el negocio asegurado”. Que continúe la canción.
Aquellos de la construcción son nuestros padres, frutos del putiferio económicos, padres de “su” patria canaria del enriquecimiento fácil, del robo al pueblo dormido por el cantar adulón.

Miguel Ángel Díaz Palarea

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