sábado, 16 de enero de 2010

 

PRIMER CAPÍTULO DE MI NUEVA NOVELA: CANARIAS MARROQUÍ, AÑO 2056.









Tecleo estas líneas preso de la tristeza, encogidos los ánimos y cargado de penas recientes. Clarea desde el diminuto respiradero del escondite MADP–240952. Son las 8,45 horas del día 4 de agosto de 2056. Escuece en la nariz la acidez oleaginosa que cagan las refinerías repartidas por toda la costa. El olor acre se hace sentir especialmente en aquella zona baja, situada en las proximidades de las torres crematorias de gases, que ni siquiera con sus quinientos metros de altura, como prometieron sus ingenieros, impiden la contaminación. Artilugios avalados por la CCE para
zonas de interés geoestratégico colectivo que consumen el oxígeno del aire calinoso de la ciudadela y provocan multitud de enfermedades cardiorrespiratorias. En los arrabales donde los empleados/obreros en el complejo dormitorio, sobreviven en los agujeros horadados en el basalto bajo el nivel del mar. Según los informes oficiales por la escasez de terreno habitable hay que aprovechar el subsuelo. Yo me escondo en una de aquellas ratoneras gracias a un viejo amigo de mi padre miembro del MIECO. Tirado sobre el jergón cautiva mis pupilas la pantalla líquida del televisor, ante la noticia contengo la respiración al escuchar el parte oficial leído por la locutora del telediario matinal:
–El Equipo aéreo transportado de las fuerzas antiterroristas han descabezado un grupo independentista del peligroso MIECO, han puesto en funcionamiento su GESTAPO particular. Han muerto doce integrantes del comando terrorista y ha sido detenido un número igual; se busca a unos pocos que lograron escapar al cerco diseñado al efecto. Felicitamos a las fuerzas del orden por haber impedido una vez más que explosionaran sus bombas en el oleoducto sito en el mismo corazón de nuestra querida Ciudad de Santa Cruz de Tenerife, ya lo han intentado en el Complejo de Granadilla, pero los servicios de seguridad de EE.UU. que disponen en la zona de una base geoestratégica lo impidieron. En otras islas se refuerzan las medidas antiterroristas contra estos indeseables.
Ya de por sí me escuece el acento sudamericano–gusano de la locutora reclutada entre la más rancia ultraderecha americana; para completar el espectáculo y se observan a su espalda unas imágenes de banderas discutiendo con la ventolera, de rayas blancas, azules y rojas que se enorgullecen de sus propietarios. Se puede leer sobreimpreso al pie de la pequeña pantalla: “Sede Oficial de las Naciones Unidas contra el Terrorismo”
Su mejor arma la machacona propaganda oficial, las reiteradas mentiras reincidentes, embustes interesados y las informaciones manipuladas que mantienen a la población en la inopia sobre los aconteceres de su tierra. Aderezan su arma con disculpas sobre el terrorismo. Cuando se antepone esta palabra es síntoma del objetivo perseguido. Con la cantinela se permite borrar del mapa, hacer desaparecer de la faz de las islas, como si de un mago de farándula se tratase, todo derecho individual o colectivo y el refrán ojo por ojo, diente por diente se aplica imbuido en la filosofía que quien primero da, da dos veces. A ello se añade el lema bautizado con tanto éxito por los israelitas “por un ojo de los nuestros, mil de ellos”; el final perseguido consiste en amedrenta y apaga resistencias.
–¡Pobres amigos!, Escapé por los pelos de los huevos. ¿Quién habrá sido el chivato cabrón? ¿Quizás algún compañero torturado hasta cantar el carasol? –comprendía la máxima de que ni siquiera la mano derecha se entere de lo que hace la izquierda. Los sueros de la verdad y las sofisticadas técnicas de interrogatorio nos obligaban a mantener estrictas normas de seguridad y la utilización de células sin aparente conexión. Las expeditivas prácticas estudiadas en Guantánamo por los EE.UU. eran el manual al uso. Pero siempre queda la duda de si el fracaso de la operación o la redada viene de uno de los que creemos en nuestro bando; de un topo infiltrado por nuestros enemigos; de uno que finja estar por la causa.
–Tenemos infiltrados hasta en las almorranas y ustedes descuidando el protocolo de autodefensa y dándoles razones para aumentar la represión, para que nos machaquen y destripen contra el suelo como cucarachas –me contestó un hombre de barba cana que no paraba de fumar y, a un tiempo, usaba el ventolín de forma compulsiva.
–¿Pero, algo habrá que hacer? ¿No le parece, amigo?
Le pregunté al verlo tan negativo y poco comprensivo con los detenidos por los servicios secretos.
–Claro que tenemos que defendernos, pero todo a su tiempo, no comprendes ¡Cojones! ¡Rediós! Que esos hijos de puta hacen la vista gorda de la toma de las Islas Canarias, que ya está todo pactado en la metrópolis; el colmo ha sido el bombardeo con los penúltimos avances del yanqui. Fue un escarmiento, un “aviso a navegantes” y la avanzadilla fue capitaneada por pilotos españoles del eje antiterrorista procedentes de Marruecos/EE.UU. Y ustedes jugando a los comanditos de mierda. Con sus batallitas nos colocan al borde del precipicio, caen en sus provocaciones, nos hacen peligrar a todos y, lo que es peor, justifican sus tropelías en el norte de África.
–¿Usted cree lo que dice? ¡Cojones! Hábleme con el corazón. ¿Usted cree que nosotros justificamos con nuestra lucha el que se apropien de las islas; o por el contrario, somos nosotros los que estamos parando esta nueva conquista? ¿Acaso pretende que al igual que hicieron los españoles con el Sahara Occidental, se lo entreguen en bandeja y después decir, como ha sucedido ahora un siglo después, que hay que respetar el status quo?
Me molestó la encendida diatriba que dedicó a mis compañeros detenidos y la carencia de la más mínima comprensión y respeto con unos patriotas canarios, muchos de los cuales, se jugaban su propia vida en el enfrentamiento y algunos, según decía ahora la tele oficial, la perdieron.
Pero no me respondió, clavó las pupilas en el suelo de metal e hizo un gesto de fastidio y, por ello y a pesar de su edad, continué con mis reproches contra el sistema.
–Son valientes los que han muerto y se merecen un respetito, viejo. Al menos eso le debemos a los que se juegan sus huevos, sus ovarios, pues no quiero ser machista por las compañeras también abatidas por el bien de toditos los canarios. Lo fácil es lo suyo meter el rabo entre patas y a verlas venir.
Enfadado con mis insinuaciones por fin se digno contestar;
–A mí también me jode, me revuelve las tripas, me escalda el alma si es que la hay, pollo, pues si bien los curas dicen que “haberla hayla”, ellos no parecen tenerla.
Se rascó la barba mientras no paraba de echar humo por su boca y continúo sin dejarme la oportunidad de responder:
–Es que no comprenden que la lucha será dolorosa y larga, que no tenemos que vender vidas jóvenes, ni meter toda la carne en el asador; ¡ni de coña, Pollo! Ya que, demagogo de los cojones, mezclas ovarios y huevos, debes conocer el dicho popular de que “los huevos hay que llevarlos en distintas canastas, para que de romperse algunos otros sobrevivan.
–Usted no me entiende y no le contesto en su mismo tono histriónico por las canas que luce.
Indignado se llevó el dedo índice a los labios y, en un santiamén dejó el cigarro en la lata de sardinas que hacía de cenicero y mirándome fijamente al rostro permaneció mudo un instante. Ahora leía en sus ojos una profunda tristeza, había mutado su rostro crispado y sentenció:
–¡La lucha continúa, joven compañero! Es imperioso aumentar las cautelas y discutir hasta la más elemental jugada, incluso la que parezca más infantil escaramuza para con esos cabrones. Desgraciadamente nuestro objetivo de tirarlos al mar, de que se manden a mudar a sus continentes de donde llegaron, costará sangre sudor y lágrimas. Esos mamones disponen de un inmenso poder y, por desgracia, han logrado infiltrarnos algunos “vendepatrias” entre nuestras filas. La lucha durará eternamente para la escueta vida de un canario al día de hoy, será larga, cruel y sin cuartel para nuestros hermanos, si no abrimos los ojos y el cerebro, joven amigo. Quizás ni tú, que casi eres un niño, verás sus frutos –dijo Juan, acariciando con un tic epiléptico su mentón barbudo y respirando con una apnea asmática, encendió otro maldito cigarro virginio, de esos apestosos que tenían atufada la menuda estancia donde nos hallábamos.
–Llámelo usted como ¡coño! quiera, pero estoy cansado de ver tanta pasividad, cómo nos escachan como cucarachas y, cuando no acaban físicamente con nosotros y nos exterminan, nos apresan, torturan y descerebran. Eso viene sucediendo, de un tiempo acá, todos los días Viejo. Olvida que la llegada de Marruecos es una subida cíclica del agua en nuestras costas, se equivoca Señor, es un tsunami que acecha o lo paramos ahora, ahorita mismo o nos hace desaparecer del mapa como pueblo.
Me contestó con un nuevo pero:
–Pero es la puñetera ley de la supervivencia, unida a la autodefensa. No seas impulsivo que nada será peor que la precipitación en este aciago momento que nos toca padecer. Todo a su tiempo, nada contribuye la valentía absurda de los que se autoinmolan sin una estrategia de conjunto, sin un poco de materia gris. No hay que precipitarse, desesperar, si controlamos los tiempos precisos se impondrá la fuerza de la razón a la razón de la fuerza.
–¡Muy bonito!, miré usted que me gustan sus consejos. Yo creo que es cagalera amarilla lo que demuestra su discurso. Si no está dispuesto a luchar mándese a mudar al exilio, como muchos otros de los nuestros –le contesté molesto con la arrogancia de persona mayor, me pareció su responsabilidad cobardía. Y su arrogante tener la verdad de su parte, que incluso insinuaba que se daba el trabajo de hablar con un niñato como yo; intuía que sus palabras desprendían su perdonavidas discurso, con los mismos argumentos de mi padre que por desgracia también fue detenido días atrás.
Agradecía que me dieran cobijo en circunstancias peliagudas de represión ejemplarizante, la protección de un lugar no quemado cuando tan caro está amparar a un independentista y reconozco que se juega los cojones por mi persona. Deseo ser sincero y cada vez más detesto sus complacientes consejos con un sistema que persigue y mata a los nuestros–tragué aire que por poco me añusga ante la mirada ofuscada de Juan que aguardaba mis palabras, cabreado por las insinuaciones de cobardía. Callé y me conformé pensando que conocía a mi padre y por eso me hace el impagable favor de esconderme.
–Capullito cabrón, expláyate, escupe el veneno que leo en tu mirada, si te lo tragas te intoxicas, mamón. Dejaré que desagüe la calentura. Ya hoy me has insultado bastante con tus mariconadas e insinuaciones infundadas. Duerme algo, debes estar molido y después hablaremos. La nakba catastrófica aún no ha llegado y si sabemos mantener la calmar y canalizar nuestras fuerzas nunca llegará a estas islas que todos queremos libres.
Lo observé ofuscado retirarse renqueante. Tomó la puerta de metal, abrió, miró a uno y otro lado y desapareció con el cigarro apagado entre sus labios violetas. Me recosté en el jergón de esparto sobre una manta y mascaba mi cabreo recordando penosos acontecimientos recientes que aunaba con viejos problemas que, como decía mi padre, “a joderse toca, ¡hijo mío!” “Tiempos de las jodiendas que nos toca sufrir hemos de aprender”. La alternativa era simplona: o plantábamos cara o nos mandábamos a mudar de las islas, como antaño hicimos y cómo partieron nuestros antepasados para América. Había una diferencia, en tiempos pretéritos nos fuimos porque las islas no daban para vivir, pero ahora precisamente era todo lo contrario, se habían convertido en la joya de la corona por las inmensas riquezas del subsuelo y el valor geoestratégico.
Meditaba sobre las palabras de Bene, de cuyo destino poco sé, salvo lo que acababa de oír en el parte oficial. No sé si se encontraba entre los muertos o entre los detenidos o, eso deseé, entre los huidos: “Con la complaciente administración española y sus acólitos arribaron a las islas con la bendición de nuestras autoridades y grupos de presión angloamericanos. No se atuvieron a las denuncias de algunos a los que calificaron de inmediato de independentistas próximos al integrismo aunque no bajo héjira de Alá, sino la del Dios Católico, nos apodaban Cristianos integristas los marroquí en su prensa oficial. Lo que hizo saltar la chispa de la sospecha fue la rapidez con la que su limpiaculos pro marroquíes alabaron los logros en el Magreb por la monarquía alauita; su rey nos ha llamado, como una maldición, “hermanos”, para apostillar y calificarnos de sus “amados súbditos”. España y sus gobiernos ya no querían a Canarias y la ayuda que prometieron la olvidaron tras la venta. Qué importa que en Canarias sea calificado de socialista, comunista. Eran la misma mierda como se encargaba de denunciar Dipar. Se califiquen de socialistas, coalición de izquierdas o de derecha pura y dura, han vendido las islas y sus aguas a cambio de participar en la tarta del petróleo y del nuevo reparto del Continente Africano donde, bajo la excusa del desarrollo, han plantado, de nuevo, a sus multinacionales globalizantes. Son un secreto a voces los acuerdos de Repsol y la British Petroleum y las norteamericanas Cheyron y Conoco-Philips. Ahora tienen una disculpa y sólo se habla de Canarias, como plataforma para llevar una vida mejor al tercer mundo negro, quizás al cuarto, al quinto; ¡qué leches! el puesto que ellos quieran darle para justificar sus tropelías de su neocolonialismo; todos compiten por sus personales e intransferibles intereses, el gigante francés, el británico, el alemán, el europeo, el asiático se reparten el continente. Ya disponen del cupo de inmigrantes que les hagan los trabajos que no desean sus naturales”.
Recordé las palabras de mi padre, mientras le detenían y sacaban a empujones y culatazos, sólo unos instantes antes habíamos sostenido una agria discusión sobre la lucha contra el invasor que sólo era invisible para los ciegos u oportunistas de turno:
–Ya soy viejo para que un niñato me hable de lucha por la independencia de las islas cuando sin la protección de España seríamos pasto de las apetencias de Marruecos, ¡hijo! Con las manos esposadas, camino del vehículo del ejército, sus ojos encorajinados por el trato recibido me miró para que callara. Me suplicó con sus cejas entornadas que lo detuvieran a él era suficiente. Me contuve, tenía razón, nada podía contra sus armas especiales y aunque, en ocasiones, me arrepiento de no responder a los matones que se lo llevaron aduciendo una orden judicial; pero fue práctico. Y comprendió tarde, sobre su cuerpo conformista, pero por fin entendió las razones que llevaban mis palabras en la acalorada bravata de apenas unos segundos antes.
Muchos compañeros han sido detenidos bajo la acusación de peligrosos terroristas, de miembros del Movimiento; quizás sea la última vez que pueda protestar antes de mi captura. Como a muchos han puesto precio a mi cabeza y a la de mis próximos, la de quienes hemos permanecido en las islas para defenderlas, sufrimos en nuestros morros la represión consciente de que su mejor estrategia consiste en exterminarnos, aplastarnos como se despanzurra una cucaracha sobre la acera o una pulga, un piojo entre las uñas. Se ha abierto la caza de los calificados, sin recato, por los poderosos medios de presión de los lobbies asentados en Canarias de “terrorismo independentista” “soberanistas”, término al uso.
Maldigo al invasor y me saltan las lágrimas cuando pienso en el tétrico futuro de los nuestros y de nuestra tierra y recursos naturales: Petróleo y plataforma de expolio del continente negro, como la autopista que uniría Fuerteventura directamente con el continente, en un principio se dijo que para el transporte del petróleo, el gas y otros minerales, luego supimos que de transito a las islas, por donde pretendían llegar a diario sus carros de guerra. El turismo se ha trasladado de las islas a las costas del continente próximo. Incluso el color del mar en nuestro archipiélago ha cambiado: escasea el azul y sobra el verde. El aumento de aportes de fósforo y nitrógeno en sus aguas ha estimulado el crecimiento de algas costeras, cuyo oxígeno consumen al descomponerse hasta asfixiar la fauna marina creando zonas muertas que se expanden por la plataforma costera; el deterioro es global debido al desorbitado vertido al mar de materia orgánica y nutrientes. Montones de basura se acumulan en las profundidades, plásticos flotando y suciedad contaminante recubren nuestras otrora famosas playas, las que fueron el principal reclamo para turistas; los desperdicios e inmundicias humanas son traídos por los caprichos de las corrientes y el viento. La acidificación de las aguas costeras por el CO2 ha maltratado nuestro ecosistema marino; si no fue suficiente con los muelles de avituallamiento de Granadilla y otros en las distintas islas, sobre todo en las orientales se sumaron los oleoductos y complejos petroquímicos y el crecimiento desmedido de la población han empeorado el ya desastroso panorama. La poca agricultura ha desaparecido, apenas queda un poco de subsistencia en Las Alturas, casi todo llega a las islas de afuera y, ahora, la táctica para sus antiguos propietarios que han marchado para el continente, es reconvertir los viejos hoteles en complejos para los agregados militares que han plantado aquí su cuartel general de gendarmes de su boyante negocio e ingentes cantidades de mano de obra que trabaje en sus complejos petroquímicos. Nuestros hombres de negocios han cambiado de finca y propietario, pues quien no la cuida “le ponen medianero” y ahora destrozan, como antes depredaran el archipiélago, todo lugar donde alcanzan sus negocietes; las migajas que les dejan las multinacionales aparentemente asociadas a sus mismos intereses. El paro ha aumentando entre los nacidos en la isla, creciendo la insatisfacción de nuestros hombres y mujeres peor preparados que tienen que inmigrar, camino de donde llegaban los parias buscando mejor vida, la ruta se ha invertido; ahora los cayucos y pateras han modificado su ruta. De donde venían van y a donde ahora van, antes venían.
Los comités de defensa de las Islas, organizados en el MIECO han sido desbaratados en su mayoría; no sólo se nos tortura y aplican las técnicas estudiadas en Guantánamo, el Líbano, Palestina, Nigeria, Libia, Afganistán, el Aaiún, etc. sino que se nos desprestigia, a la orden de que el mejor independentistas es el muerto o el descerebrado, después de practicarle las nuevas técnicas de chupada de cerebro. ¿De quién fiarse?, estábamos infiltrados hasta la médula. Sin embargo aún lograron organizar las defensas unos pocos en grupos reducidos que se reunían con todo tipo de precauciones, siguiendo un rosario de controles y llevando a raja tabla un protocolo no escrito pero estricto. Una pena inmensa me hace apretar las mandíbulas y tragarme la saliva ácida, espesa que me anega en la garganta.
¡Pobres islas!, ¡desgraciada de nuestra gente! Paga el precio del no habernos preparado para las plagas que devastan nuestra sociedad, nos inundan de todo tipo de drogas, la juventud adicta a las variopintas porquerías de diseño, ajenos a los problemas que le rodean, presos de la dejadez oficial que ya ha dicho su última palabra sobre nuestro futuro; los medios de comunicación en manos de los que nos invaden, ultraderecha sudamericana, yanquis, marroquíes y las autoridades sumidas en el letargo de los sobres y prebendas que los actuales amos dejan caer de sus mesas de opulencia. Ahora, católicos e islamistas metidos en contiendas religiosas traídas y fomentadas desde la elite dominante, que nos enfrasca en patéticas disquisiciones sobre qué Dios es más poderoso, ya sea Alá con sus profetas o Jesús con sus clérigos contrarios al aborto, al matrimonio gay, pero ciegos ante la guerra y la tortura: qué si la reconquista de los viejos reyes católicos, que si el wafq islámico nos amenaza, que si el integrismo católico es más peligroso. Mientras tanto las obras sociales se han dejando en una rampante pléyade de ONG más pendientes de buscar subvenciones que servir a los intereses del pueblo.
Divide e imperas ya decía el emperador romano cuando dominaba el mundo conocido y siempre ha dado resultados para el que conquista


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