domingo, 5 de julio de 2009

 

HOMENAJE A SIMÓN BOLÍVAR “EL LIBERTADOR" EN TENERIFE





La mañana del 5 de julio de 2009, en Santa Cruz de Tenerife, se levantó amarilla y quieta con un sol castigador. El viento nervioso de días anteriores nos abandonó desde tempranito. Esperábamos la celebración de un homenaje al libertador Bolívar, en el entronque de la rambla Benito Pérez Armas con la Cruz del Señor; diminuta plazoleta donde luce un torso hercúleo regalado por la República Bolivariana. Desde tres cuartos de hora antes la banda municipal de Santa Cruz amenizaba con canciones venezolanas los prolegómenos al acontecimiento y hacían girar las miradas de los curiosos conductores que encaminaban sus vehículos por la calle de la antigua prisión tinerfeña.
De repente alguien gritó con sorna: ¡Que llega el cara bobo! Los congregados giraron la vista y contemplaron la irrupción en la celebración al acto del presidente del parlamento canario, ese que calienta el sillón desde hace miles de años y una sonrisa cómplice recorrió a los congregados mientras le abrían paso. Caminaba con su mueca de jesuita. Otro de los congregados, al que faltaban dientes, musitó entre risas: ¡claro que sí puntal, tiene boquita de pitiminí! Todos en su entorno se carcajearon. Pensé en lo ridículo, en ocasiones, de estos actos protocolarios y lo jodido que tenía que sufrirlo los tímidos pero poderosos como Castro Cordobez, que quizás lo único que tenga de bobo es su boquita educada, su pelo planchado y mirada dubitativa.
El acto no sería aburrido con los pejes que se presentaron en un eructo. Para ponerle pimienta al mojo picón, una docena de la gusanada venezolana que campa a sus anchas en la isla, se parapetó con pancartas en la banda derecha y colocándose una especie de bufanda roja en la boca, clamando por “la libertad de expresión” No conformes con volvernos la cabeza loca con el millón de emisoras que controlan en Tenerife; que nos escupen a la cara sus proclamas fascistoides. Ya los conocía desde la más grande de las manifestaciones celebradas en Tenerife contra el muelle de Granadilla; una veintena de ellos, provocadores de la derechona más recalcitrante, nos enseñaron sus peludos culos entre insultos y frases soeces. No se armó la carajera de milagro, nos reprimimos para no ensuciar aquel acto festivo contra los reyes del máscemento y máshormigón que llena sus insaciables bolsillos de dinero público. Nos dolía que estuvieran aquí residiendo y mofándose de miles de ciudadanos de esta isla que protestábamos contra los negocietes de algunos caraduras de nuestros llamados nacionalistas más españoles que la bandera roja y gualda.
A su llegada no fueron precisamente lo que se llama bienvenidos pues a esos pájaros los conocemos por sus cagadas; en algunas de sus camisetas podía leerse su procedencia en tierras U.S.A.
El propio cónsul de Venezuela rogó paciencia e hizo pública la consigna de que podían estar y que debíamos respetarlos aunque, desde luego, no compartiéramos su menuda protesta. Aquella gusanada ya quiso hacer lo mismo con Hugo Chávez y ahora lo están practicando en Honduras con el presidente democrático Zelaya.
Habíamos llegado para demostrar a la República Bolivariana nuestro apoyo a su revolución pacífica. Venezuela tuvo que luchar para expulsar a los españoles de su tierra y nosotros pensamos hacer lo mismo en nuestras islas como se encargó de decirnos Antonio Cubillo, que asistió al acto en la silla de ruedas que le regalaron los servicios secretos españoles hace ya más de treinta años. Pero, según nos recordaron con cierta vergüenza disimulada, que el protocolo es el “protoculo” y hay que sufrirlo: para empezar comenzó la banda municipal de Santa Cruz con los sones patrióticos del himno de la España una e imperial en lo universal y nos lo tuvimos que tragar sin ni siquiera una gotita de agua. Fue recibido no sin silbidos contra sus notas, le siguió el de Venezuela y luego empezaron los discursos. El institucional e inaudible del presidente de nuestro “páraelamento” y posteriormente el del Cónsul que francamente nos reconfortó algo en el calor de aquel patético mediodía dominical.
Muchos de los presentes nos preguntábamos, si en Euskadi o en Cataluña, por poner algún ejemplo, el protocolo hubiera sido así; pero estábamos, para lo que estábamos y nos retiramos con mal sabor de boca. En las colonias todo es distinto: el protocolo es efectivamente el protoculo.





<< Inicio

This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Suscribirse a Entradas [Atom]