sábado, 19 de abril de 2008

 

LA RAZÓN DE ESTADO SOBRE EL ASESINATO DE JAVIER FERNÁNDEZ QUESADA


Yo creía razonablemente en la “justicia”, en la que se practica en los juzgados; y no en la partidista, en la que te da la razón, pero observo que esa “justicia” está mediatizada por la razón de Estado, en la mano “bondadosa” que acaricia, de cara a la galería, la necesidad de razonable imparcialidad, de aquella hermosa hembra que, con los ojos tapados, sostiene en el aire una balanza. Ahora comprendo que razonablemente ecuánime. Con ocasión de la presentación de la revista el Canarii, a la hora de llevar al público un extenso trabajo, que aplaudo, sobre el asesinato del joven estudiante Javier Fernández Quesada, dijo, ante unas veinte personas el antiguo fiscal del Estado Eligio Hernández -al que sinceramente admiro por su categoría de intelectual- y lo aseguro con razón,: “yo respeto el trabajo de los Palarea sobre el joven Javier Fernández Quesada, pero me temo que no servirá de nada su empeño”, “los jueces de instrucción no estarán por la labor, por buscar las razones de por qué mataron al joven estudiante. Dijo con razón y no se me caen los anillos en reconocérselo, “es intrascendente que tengan razón” o algo parecido expuso ante la concurrencia. Tenía toda la razón del mundo y este preparado jurista sabía con qué razonable razón hablaba, porque hijo de la razón pare razones. Se ofreció razonable incluso, bondadoso y “desinteresado” nos dio la razón, pero creyó más práctico y razonable constituir una comisión para que se solucionara el viejo problema. Razonó sobre la irracionalidad de unos políticos canarios, que habían olvidado las razones de la muerte del joven Javier de un tiro que le rompió el corazón
¿Tenía razón?, me pregunto. Yo desde luego no presenté mi humilde contribución, mi granito de razón, mi desinteresada labor para dicha razonable comisión pensando, quizás de forma irrazonable, que quien compartió tantas razones de Estado con el Señor X: el siempre razonable, al menos eso decía la prensa del momento, Don Felipe González que, sin la categoría de Maquiavelo, nos culturizaba con un milenario proverbio chino “qué más da que el gato sea blanco o negro, si caza ratones”, digo yo caza razones. Pensé ingenuo que no ayudaría a otra cosa que a tapar, entullar el vil y cruel asesinato con razones y a que deslumbrase la razón razonable de Estado. Quizás me equivoque, siempre existe la posibilidad de dar marcha atrás, darle la razón razonable. Me dije: “este señor no sabe hasta donde estamos dispuestos a llegar los “mierdecillas” de los Palarea". Ya nos amenazó por teléfono una razonable voz anónima, con motivo de nuestros intentos de desenmarañar la irrazonable muerte del joven: “que ellos ponían las balas” y desde luego en sus armas de todo tipo y en sus balas está su razón, su única razón razonable.
Tal como discurren los razonables acontecimientos intentan darle la razón. En algo tan simple como sentar ante los razonables tribunales al que fuera jefe de la Guardia Civil cuando el asesinato de Javier Fernández Quesada, observo como el razonable tercer poder, el judicial, según Montesquieu y lo digo con razonable responsabilidad, se encarga de poner más tierra sobre el espinoso asunto. Poner razón, razones sobre tan turbio asesinato del estado razonable.
El gran Maquiavelo (1469-1527), en su obra el Príncipe (publicada en 1532) dice: “Todos ven lo que tu pareces, pero pocos palpan lo que tu eres, y los que no se atreven a oponerse a la opinión de muchos que tienen además la autoridad del Estado para defenderlos. Y en las acciones de todos los hombres, pero sobre todo de los príncipes, donde no hay un tribunal a quien reclamar, se mira el fin…”
Un dicho popular sentencia: "Obras son amores y no buenas razones"

19/04/08 Miguel Ángel Díaz Palarea DNI 42.739.494-C

Nicolás Maquiavelo, autor de la obra "El príncipe"





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