miércoles, 23 de abril de 2008
EL GATO AZUL
-Me metí un gato azul y se me enderecharon hasta los pendejos de los huevos. Dijo en voz alta a la barra del bar y todo dios se enteró de nuestra conversación.
Ante una cerveza Pilsen hablaba con mi amigo Mateo en aquel mediodía turbio y revuelto. Tras la puerta trancada del bar un viento nervioso revolvía las hojas, desperdicios y papelitos de propaganda en la calle, tintineaban con monotonía como si tocaran en el cristal. No sé porque diablos creí entender que también se reían con la gracia de mi compañero de copas. Intentaban colarse por las rendijas de la puerta de cristal cerrada por el mal tiempo para participar de la coña marinera. Una risotada rompió la monotonía del silencioso bar, hasta el cantinero dejó el cortado que servía a un cliente y se partió de risa. Su carcajeo nervioso me contagió, pero desconocía el motivo del cachondeo. Sin embargo el jolgorio levantado me alertó de que algo gracioso había dicho. Yo, quizás por ingenuo, no acertaba a comprender.
Le pregunté sorprendido por el carcajeo:
-¿Amigo, qué es eso del gato azul?
Le brillaron los chispeantes ojos negros bajo sus tupidas pestañas. Con una sonrisa de niño ruin, levantando el dedo ennegrecido de mecánico, me explico:
-Coño, ¿cómo carajo se llama ese cantante brasileño?, coñossss, si, Migue ¿ese que tiene –canturreando- “…er gato que está, triste y azul?
Todos nos contemplaban entre risas sostenidas, era la vedette de aquella mañana vencida en el bar de la esquina. Sin entender nada, haciendo memoria, le respondí:
-Si, Mateo…, ese cantante es Roberto Carlos.
-Claro, Migue, coñossss que sí, Migue, esas pastillitas azules que empinan hasta los fideos de la sopa chup… chup…. avecren. Coñosss Si, eso que me dio mi amigo el taxista para visitar a las niñas. ¿Como carajo se llama?
-Viagra joder.
Sentenció, muerto de risas, el cantinero.
-Pos tu también la conoces enterado de la caja del agua.
Respondió Mateo, cogiéndola ahora con el dueño del bar, al que miraba su mujer con piedad.
Le pregunté sorprendido por el carcajeo:
-¿Amigo, qué es eso del gato azul?
Le brillaron los chispeantes ojos negros bajo sus tupidas pestañas. Con una sonrisa de niño ruin, levantando el dedo ennegrecido de mecánico, me explico:
-Coño, ¿cómo carajo se llama ese cantante brasileño?, coñossss, si, Migue ¿ese que tiene –canturreando- “…er gato que está, triste y azul?
Todos nos contemplaban entre risas sostenidas, era la vedette de aquella mañana vencida en el bar de la esquina. Sin entender nada, haciendo memoria, le respondí:
-Si, Mateo…, ese cantante es Roberto Carlos.
-Claro, Migue, coñossss que sí, Migue, esas pastillitas azules que empinan hasta los fideos de la sopa chup… chup…. avecren. Coñosss Si, eso que me dio mi amigo el taxista para visitar a las niñas. ¿Como carajo se llama?
-Viagra joder.
Sentenció, muerto de risas, el cantinero.
-Pos tu también la conoces enterado de la caja del agua.
Respondió Mateo, cogiéndola ahora con el dueño del bar, al que miraba su mujer con piedad.
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